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© Sap - Asuntos de papá, Yuyutales 2009
Asuntos de papá

Algunas veces desearía que mi papá fuera fontanero. Pero no es así. Mi papá se carga a las personas, mejor dicho, a algunas personas. O sea, que es asesino o criminal, que también se dice, aunque claro, a él no le gustan estas palabras ofensivas.

En ocasiones, papá acepta encargos que le hacen formar parte de un grupo, pero casi siempre trabaja por su cuenta. Otras veces incluso se trae faena, como él la llama, a nuestro piso. Así ocurrió el miércoles pasado cuando se presentó en casa a la hora de la cena. Apareció agarrando a un hombre alto y delgado por una de las solapas de la chaqueta. El hombre llevaba las manos atadas a la espalda. Lo empujó hasta el salón sin dejar de encañonarlo con su Beretta. El hombre obedecía las órdenes de papá y no abría la boca. Estaba abatido, mirando hacia abajo y con un mechón de pelo tapándole la cara. Vestía traje oscuro y corbata de rayas rojas y tenía unos zapatos de charol relucientes, como yo no había visto nunca antes. Sí, me llamaron la atención sus zapatos como espejos. Sería porque nosotros somos muy perezosos para la limpieza del calzado a pesar de que mamá nos riñe mucho cada vez que traemos los zapatos llenos de polvo y barro.

Estábamos sentados en torno a la mesa, cenando como digo y viendo en la televisión una película de esas de chinos que nos gustan tanto. Papá le dijo al hombre que se sentara en el sofá sin quitarle el cañón de la sien. El hombre se desplomó gimoteando y respirando hondo por la nariz. Luego papá dejó la pistola sobre la mesita del teléfono y se vino con nosotros. Mamá le sirvió la sopa de fideos y le acercó la botella de vino. "¿Ha comido ese hombre?", preguntó mamá. "No", dijo papá sin apartar la vista del plato. Nosotros observábamos al hombre que seguía gimiendo con la cabeza gacha y los brazos atrás, amarradas como tenía las manos con alambre. "¿Quiere usted sopa?", le preguntó mamá desde la mesa. "Si no le apetece le puedo hacer una tortillita francesa", añadió. El hombre levantó el rostro y la miró con expresión estúpida y mareada. Tenía los párpados amoratados e hinchados. Entonces Paquito, mi hermano pequeño, dijo: "Es que no puede coger la cuchara, mamá. A lo mejor quiere mi zumo de naranja". Mamá miró al hombre y luego a papá. "Paco", dijo. Papá se levantó con lentitud y resoplando de mal humor. Se dirigió al cuarto de los chismes y trajo un rollo de cuerda. Ató las piernas del hombre a las patas del sofá y luego, con esfuerzo, logró quitarle los alambres de las muñecas. "No hagas tonterías", le dijo, y luego mirándonos a nosotros añadió, "A ver si puedo cenar tranquilo en mi casa". Mamá nos chistó y nos señaló la pantalla de la tele para que nos ocupáramos de la película. Le acercó al hombre un plato de sopa y puso al lado la cuchara, un trozo de pan, un vaso de vino y una servilleta de papel. El hombre no hizo la menor intención de coger nada. "Es un desagradecido", dijo papá sin mirar a nadie.

Nosotros mientras tanto habíamos acabado de comer y mamá trajo los yogures para el postre. Mi preferido es el de macedonia, en cambio a Merche le gusta el de fresa y a Paquito el de plátano. Así que nunca nos peleamos por el yogur. Papá cogió el mando de la tele y le dijo al hombre, "¿Te pongo el fútbol?". Pero el hombre seguía tal cual papá lo dejó, gimiendo y sorbiéndose los mocos. Papá dijo entonces, "Iros a la cama si habéis terminado". Pero Merche protestó, "Es que la película no ha acabado". "Pues la grabas en el vídeo y la veis mañana", respondió papá concentrándose de nuevo en su plato de sopa. "Dejad tranquilo a papá. Venga a la cama", dijo mamá mientras recogía las migas de pan que habíamos dejado sobre la mesa. Nosotros siempre obedecíamos, así que nos fuimos al baño a cepillarnos los dientes. Dejamos a papá solo con el hombre pues mamá se vino con nosotros. Después nos acompañó a la cama, nos pusimos los pijamas y le recordamos que para esa noche nos había prometido leernos El Gato con Botas. Mamá cuenta muy bien los cuentos. Le pone voces distintas a los personajes y nos llega a entusiasmar o dar miedo, según las escenas. Paquito a veces tiene pesadillas desde cuando mamá nos leyó una historia de brujas que envenenaban a los niños. Menos mal que El Gato con Botas no tiene nada de miedo. Así que mamá cogió el libro de la estantería y se sentó en la cama de Merche. Comenzó a leer con voz dulce: "Érase una vez un viejo molinero..." Al poco rato ya estábamos emocionados con las peripecias del astuto Gato y del falso Marqués de Carabás, aunque a Paquito le costaba mantener los ojos abiertos, tanto era el sueño que tenía. Fue entonces cuando de pronto y en medio de una pausa en la lectura, escuchamos un ruido que venía del salón, donde estaba papá con el hombre. Era un sonido que hizo algo así como tug, tug. "El silenciador, menos mal", dijo mamá y continuó leyendo. Al terminar el cuento, que como siempre, nos había encantado, nos dio un beso a cada uno y apagó la lamparita. "Ahora a dormir, que mañana hay cole", nos dijo y se marchó.

A la mañana siguiente, cuando después de pasar los tres por el baño nos dirigimos al salón a desayunar, ya no estaba el hombre, claro. Papá había salido temprano de casa para como él acostumbra a decir, quitarse el muerto de encima. Yo encontré un casquillo de bala bajo una silla y le pedí permiso a mamá para quedármelo, pues me venía muy bien para guardar las minas del compás. Mamá me dijo que bueno. No tenía que recordarme que las cosas de casa no hemos de comentarlas en el cole ni con nadie. Eso lo sabíamos desde muy pequeños. Nos lo enseñaron antes que a andar. Así que tendría cuidado de no mostrar en la clase mi casquillo reluciente como el oro. Luego nos fuimos al colegio.

Mamá, cada vez que papá traía trabajo a casa, fregaba las herramientas cuando se quedaba sola por la mañana. Pero como él no era ningún principiante, no era mucha labor, pues todo lo dejaba recogido, limpio y en orden. Mamá se limitaba a fregar de nuevo los instrumentos por si acaso y darle un repaso al suelo. Los muertos, como ella dice, dejan mucha suciedad y dan mucho trabajo. No sólo está el tema de la sangre, sino que hay algunos que con el miedo no pueden contenerse y se hacen pipí y caca. Esto es lo peor. Todo lo limpia papá y esto le lleva muchas horas de la noche. Por eso no le gusta traerse trabajos a casa pues no compensa mucho. Pero como acostumbra a decir "No están los tiempos como para desperdiciar faenas". Papá lleva el muerto a la cocina y allí lo trocea como a un pollo sobre una pieza grande de mármol que coloca encima del fregadero. Luego mete los pedazos en bolsas de basura. Lo sé porque una vez me dejó mirar todo el proceso para que se me quitara el asco y fuera aprendiendo detalles del oficio ya que soy el hijo mayor. Papá tiene una pequeña sierra eléctrica para seccionar huesos, la misma que usa mamá en ocasiones para abrir el jamón. La carne, en cambio, la prefiere trocear con un cuchillo de metal azulado, muy bonito, que según él es el que utilizan los cirujanos para amputar en los hospitales. Se lo regaló el doctor del Valle, que es el médico de nuestra familia. Una vez que lo prestó a un amigo y se le presentó un trabajo casero y no tuvo más remedio que utilizar la sierra para cortar también la carne ¡vaya cómo se puso todo! Claro, la sierra hace saltar la sangre como una batidora. Así que en aquella ocasión papá, mamá e incluso yo estuvimos horas quitando la sangre y los demás líquidos de los azulejos y de los muebles de la cocina porque además el muerto, o mejor dicho, la muerta de esa vez, era una mujer muy gorda. No pude ni ir al colegio ese día. El hombre del traje oscuro, en cambio, no debió darle mucho que hacer. Cuando al anochecer regresó papá de sus asuntos, me di cuenta que llevaba puestos los brillantes zapatos de charol.

De todas formas, los trabajos caseros de papá no son frecuentes. Él se marcha por la mañana con su bolsa marrón de deporte en la que aparece Naranjito, la mascota del Mundial del 82 y vuelve por la noche, más o menos a la hora del Telediario. Le gusta estar informado de lo que ocurre en el mundo. Eso sí, cuando en la pantalla aparecen imágenes de las guerras africanas, de niños hambrientos o de catástrofes, coge el mando y cambia de canal con rapidez diciendo siempre: "No comprendo cómo pueden poner estas cosas a la hora de comer", entonces mamá le da la mano y lo tranquiliza. Antes le trae las zapatillas y le sirve una cerveza con patatas fritas de bolsa. Llega siempre cansado y no habla demasiado. Nos da a cada uno un beso, eso sí. Pero luego, como dije, se pone a ver la tele o bien se dedica a resolver un crucigrama. Mamá quiere mucho a papá. Siempre, cuando estamos cenando, procura que nosotros no molestemos porque a veces somos muy revoltosos y papá está cansado. Mamá le comenta las pequeñas noticias domésticas: quién ha telefoneado, el contenido del buzón, si había venido el del butano y cosas así. También se interesa por la jornada de papá y él le cuenta pormenores curiosos o simplemente dice: "Como siempre", y guarda silencio. Papá no es ya ningún muchacho y nos damos cuenta que su trabajo le empieza a agotar más de la cuenta. Respira mal a causa del tabaco y siempre hace planes para ponerse a régimen y rebajar los kilos que le sobran. Mamá se ríe y le llama "Mi osito peludo". Paquito se ríe también imaginando a papá como un oso glotón y de torpes movimientos. Una de las gracias de Paquito es imitar la forma de andar de papá, con las piernas abiertas y la cojera que tiene porque papá es un poco cojito. Pero a pesar de su gordura y de sus años sigue siendo muy listo papá. En pocos días nos enseñó a los tres a jugar al ajedrez, su juego preferido. Yo creo que jamás le venceré, porque con un sólo caballo y un sólo alfil, se mete por mis columnas y se come todas mis piezas.

El domingo es sagrado para papá y nunca trabaja ese día. Nos vamos todos de paseo al parque o alquilamos una barquita en el río. Pero aunque no haga nada, papá siempre está pendiente de su trabajo porque es un gran profesional. Digo esto porque después de los paseos vamos a almorzar al Burger King de la calle Luis Montoto. Todos pedimos hamburguesas y mamá su ensalada con salsa vinagreta. Papá nunca come hamburguesas, ni allí ni en ningún sitio porque dice que ya está harto de carne picada. Y a lo que iba yo. El último domingo que fuimos al Burger, mamá se dio cuenta de que papá no quitaba ojo de un señor ya mayor que estaba en la mesa de al lado. Se sentaba con unos niños que debían ser sus nietos. "¿Qué pasa, Paco?", preguntó mamá. "Nada", respondió. Durante todo el almuerzo, papá siguió pendiente del hombre aquel. Mamá estaba un poco preocupada, así que volvió a preguntar: "¿Quién es ese hombre, Paco?". Papá acabó de masticar un aro de cebolla rebozada y sin importarle que su tono de voz no fuera nada susurrante, dijo: "Uno que tiene un almacén de cemento. Está sordo. Mañana me lo tengo que cargar". Papá siempre dice cargar. En las películas, en cambio, los actores dicen liquidar o eliminar. Papá no. Muchas veces me ha explicado que si no se le dieran tantas vueltas a los asuntos y a las palabras, todo sería más sencillo y tal vez la sociedad no necesitaría de sus servicios. Pero con todo, a mí me dio pena entonces de esos niños que en unas horas llorarían por su abuelito, el mismo que los había llevado al Burger King. Me preocupa pensar en lo tonta que es la vida y el poco tiempo que hace falta para que todo cambie. Hoy comiendo felices una hamburguesa y mañana incinerados o bajo tierra. Cuando le comento estas cosas a mamá, dice que se asusta. Que mis pensamientos no son propios de un niño de mi edad. En este aspecto mi papá me comprende mejor. Me cuenta que a él le ocurría lo mismo cuando empezó en su profesión. Pero dice que hay que aceptar nuestra condición de simples mortales y que si él no hace su trabajo, ¿quién lo hará entonces? Alguien lo tiene que llevar a cabo. De la misma manera que hay gente que desatasca alcantarillas o trabaja en plataformas petrolíferas, allá lejos en el mar, a muchos kilómetros de los edificios, los campos sembrados y los bares.

Mi papá quiere que yo estudie para hacerme ingeniero, abogado o algo así. Cuando yo era más pequeño me encantaban los espectáculos de circo que veíamos por la tele y entonces quise ser trapecista de mayor, o mejor aún, domador. Cuando se lo comenté a papá, se enfadó un poco y me dijo: "¿Domador? ¿domador de fieras? ¿para hacer sufrir a los animales? ¿eh?" Así que se me quitaron las ganas de repente. A mí me parece que se sentiría orgulloso si yo siguiera sus pasos. Él dice que su trabajo es duro y hasta desagradable a veces si no estás acostumbrado. Estoy hecho un lío. No sé realmente qué me gusta. Si me hiciera en el futuro un profesional como papá no me iba a faltar trabajo, porque él tiene muchos clientes y comenta que le haría falta un ayudante. Pero también me gusta dibujar y pinto muy bien y quisiera estudiar de mayor para hacerme artista. A lo mejor sería posible hacer ambas cosas a la vez. Pintar cuadros de floreros y fruteros y cargarme a la gente. No sé. Como digo, estoy hecho un lío. El oficio de papá es bonito, claro, pero también tiene una parte desagradable y es que apenas nos relacionamos con nadie. Para no aburrirnos vemos la tele, jugamos a la Hatari o hacemos fiestecitas de disfraces entre nosotros en el salón. Yo, para entretenerme, escribo en un cuaderno del Pato Lucas que guardo en un cajón. No tenemos amigos, no recibimos visitas. En el cole tengo que decir que papá trabaja en una fábrica de gaseosas y que mamá es maestra en una escuela de niños ciegos. Tampoco tenemos parientes porque hace tiempo que papá decidió que para evitarnos problemas e intromisiones, era mejor cargárselos a todos. Uno a uno. A veces temo por Merche. Mi hermanita habla demasiado con los extraños.


© Sap
(Remozado del 99)
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Mario
18/03/2024 09:06
"Cada mañana madrugaba y se moría de ganas de asormarse al balcón y verlo pasar para asegurarle que no quería volver a verlo". T.Prattchet

Mario
18/02/2024 09:23
Raya raya punto: ¡encontrado! carita de ceniza, zapato de cristal. Te echo de menos.

Mario
01/02/2024 09:59
Llega febrero, un mes para los idus de marzo. Guárdate, oh César. "Salus in perículis"

Mario
10/01/2024 09:06
Feliz Lag a todos, ya sabéis que éste año siempre va sin vergüenza. O como se decía antes: Felices Pascuas

fw
06/01/2024 11:21
Feliz año a todos! Ya sabéis que este sinvergüenza siempre va con lag :-)

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