© NUEVO DESPERTAR
Publicado por fw el Julio 22 2008 17:19:05
Cielos explotan sobre mi cabeza poblando mi vida de nubes que recorren mi mente; todo ocurrió como un torbellino de acontecimientos fraguados en contra de mi integridad y sin que me percatara de ello.

Pronto llegué a entender lo que significaban en realidad las normas de la sociedad, para que servían y porque debía aplicarlos a la vida diaria.

Todas las lágrimas que derramé no sirvieron de mucho, sólo estaban allí para darme más problemas aunque mi vida ya estaba colmada ellos, al menos eso era lo que yo creía.

La realidad de mi vida no es tan simple como leer estas líneas escritas por una mano temblorosa y envuelta por la soledad, aquella que me llevó a sentirme incitada por la sociedad a dejar mi manera de vivir, de pensar, de existir.

No sé como explicar, cuando y como paso; todo lo que sé es que mis caminos se nublaron alejándome de todo aquello que yo amaba, sacrificándolo por algo que yo pensaba era imprescindible para mí: tener un bonito y escultural cuerpo.

Ahora, lo sé es estúpido que el valor de una persona se centre en algo que al cabo de unos años puede estar a 3 metros bajo tierra, mientras que mis vivencias, sueños, y esperanzas; ésas que hoy no tengo por voluntad propia son las que me permitirán que mi recuerdo muera conmigo.

Es mejor que empiece a contar las razones por las cuales me incitaron a escribir estas frases antes de que algo pase que yo pueda lamentar.

Tengo 16 años, me llamo Madeleine, me gusta la música y mi sueño es ser arquitecta, o eso era al menos antes de que decidiera cambiar mi vida. Todo comenzó cuando mis amigas y yo íbamos a celebrar los 15 de Becca (mi mejor amiga), iba a ser una pijamada. Algo que debía ser especial se convirtió en una pesadilla camaleónica que no tendría fin o al menos eso era lo que yo pensaba.



Todas empezamos a cambiarnos y de repente las risas para mi se transformaron en lágrimas, me di cuenta de que estaba gorda, así como lo digo, breve y claro; fue algo contundente, que no me dejó respirar, ni soñar, ni reír nunca más.

-¿Qué ocurre Mady? No entiendo porque estás tan pensativa. (Me preguntaban insistentemente).

-Nada, sólo pienso en lo feliz que se pondrá Becca porque su fiesta será inolvidable.

Y lo fue, desde ese momento empecé a adelgazar o mejor dicho a quitar toda la comida del frente de mi vista, no ponía reparo en eliminar lo que fuera, no me importaba si era nutritivo o no, lo único era verme frente al espejo y tener menos kilos que adelgazar.

-Mady, ¿Quieres comer hamburguesas? Me preguntaba mi hermano.

-No, prefiero galletas de afrecho a esa basura que se van a comer.

-Guácala, suena horrible pero allá tú, mejor así, mis amigos y yo podremos comer más.

La verdad es que me importaba un rábano si tenia nutrientes o no lo que comía, lo único que me importaba era sentir la sensación de vaciedad cuando no comes casi nada.

Mi madre me veía y decía que parecía un fantasma de lo pálida que estaba:

-Mady, ¿Qué te pasa? ¿Porque estás tan pálida?, no pareces tu porque antes eras tan rozagante y estabas en tan buena forma que ahora parece que estuviera frente a mi una completa extraña.

-Mamá, que tonterías dices, estoy igual sólo que ahora me siento mejor porque llevo una dieta balanceada.

-Pues tu puedes decirme lo que quieras, yo te veo muy desmejorada ya ni siquiera estás en el equipo de fut.

-Ay mamá, bueno es que eso ya no es para mi, decidí cambiarlas por clases de violín.



Mentí, lo hacía para librarme de los posibles regaños pero creo que no me sirvió de mucho pues ella siguió mirándome de la misma manera que al principio: distante e incrédula.

Todo parecía que se desmoronaba, yo inventaba mentiras para no comer, hasta las más estúpidas, lo único que me importaba era que me dejaran tranquila y así podía seguir en mi surrealismo mágico.

Pero todo tiene su final y yo casi llego al mío, fue rápido y casi no me da tiempo de nada, al bajarme del bus sentí mareos pero me hacía la fuerte porque pensaba en todo lo que podía obtener con mi nueva figura.

Al igual pensaba en los pantalones que me quedarían espléndidos; en fin en toda la ropa que antes no me podía poner (eso pensaba yo), pero al darme el olor de la comida que mis amigos me lanzaron a mis narices prácticamente, ya era demasiado tarde, yo estaba en el suelo desmayada por un olor inofensivo y una consciencia engañada por prototipos ajenos a mi.

Me di cuenta en ese preciso instante de que me gustaba pasear en los días lluviosos, que amaba al mar y más aún verlo desde los acantilados cuando golpeaban las piedras furiosamente. De mis sueños de ingresar a la facultad de Arquitectura, en fin toda yo resumida en un instante de perdición.

Pero ya era demasiado tarde, sentía como se me cerraba el mundo, como mis lágrimas recorrían mi cuerpo casi inerte y de repente volví a respirar, cuando pensé morir y encomendarme a los ángeles vi la luz otra vez y con ella el dulce rostro de mi madre que estaba bañada de pequeñas gotas cristalinas que estaban rodando por sus mejillas tenuemente.

Me sentí bien y mal, culpable e inocente, no fue justo todo lo que hice sufrir a mis seres queridos, ¿En que estaba pensando?, ¿Quién era yo en realidad?, ¿Qué deseaba del mundo o mejor dicho que deseaba de mi?

Me hice esas preguntas en mi lecho de hospital una y otra vez, y hallé la misma respuesta: anorexia, mi enfermedad o mal de la sociedad. Todo ello estaba en este momento muy claro para mi, casi había puesto mi vida en peligro debido a mi obsesión que había nacido de los catálogos de revistas, de modelos glamorosas a quien yo pensaba imitar pero que me di cuenta que lo que en realidad estaba copiando era la debilidad del medio, la vaciedad de las emociones, la falsedad que emitían aquellos rostros congelados de medias sonrisas, pero que detrás del telón todos éramos iguales.

Ya ha pasado año y medio, no he vuelto a las clases de fut, pero he mejorado en mis clases extraacadémicas, mis padres dicen que con mis calificaciones podré ingresar a cualquier universidad que <<
Mis clases de violín, muy bien gracias, seguro que algún día lograre ser una gran violinista y lo mejor es que diseñaré mi propio conservatorio.

Mi enfermedad, bien gracias, no digo que jamás volveré a padecerla, pero creo que por ahora estoy bien, si escribo esto es para ayudar a otras personas que padecen o padecerán el mismo mal, no es extraño tenerla pero más importante es afrontarla basándonos en nuestros valores que deben estar presentes en nuestras vidas cotidianas.

FIN