Si el libro que leemos no nos despierta como un puño que nos golpea en el cráneo ¿para qué lo leemos? ¿para que nos haga felices? Dios mío, también seríamos felices si no tuviéramos libros, y podríamos, si fuera necesario, escribir nosotros mismos los libros que nos hagan felices. Pero lo que debemos tener son esos libros que se precipitan sobre nosotros, como la mala suerte, y que nos perturban profundamente, como la muerte de alguien a quien amamos más que a nosotros mismos. Como el suicidio. Un libro debe ser como un pico de hielo que rompe el mar congelado que tenemos dentro.