Mensajes: 675 Localización: Madrid, España Registro: 25.06.08
Publicado el 03-09-2010 12:08
La historia es tremenda y prueba fehaciente de lo que ya sabemos, que vivimos inmersos en una sucesión de cuentos que superan, o al menos igualan, toda ficción. Fijaos.
Comienzo la mañana leyendo la noticia de un hombre que conduce una camioneta. Ha salido de un pueblo cercano a esta ciudad y a ella se dirige. Son las siete de la mañana y aún no ha amanecido. De repente, y en plena autovía, se le cruza una vaca. Una vaca que en la carretera se convierte en montaña enorme. La camioneta impacta contra ella y a consecuencia del choque, tanto el hombre como el animal, mueren. Esta fatalidad que podría resultar incluso cómica, primero por protagonizarla una vaca y segundo por la mala suerte de encontrase con una vaca dada la poca abundancia de ellas en la zona, deja de serlo, claro, en cuanto el resultado del impacto resulta mortal para ambos. En todo caso, las posibilidades de una coincidencia como esta debieron ser aún menores de las que al infortunado conductor, en una broma matemática, le hubiera tocado un premio gordo en la lotería.
La mañana continúa y cuando regreso a casa, a eso de las tres y media de la tarde, encuentro a mi mujer en la cocina atacada de los nervios, temblona; no quiere que los niños escuchen lo que tiene que decirme. Balbucea. Cierra la puerta: Diez minutos antes de mi llegada, una vecina del bloque de enfrente al nuestro se ha tirado o se ha caído desde una ventana de un séptimo piso. Mi mujer ha escuchado el golpe tremendo. Cuando me lo contaba, todavía se encontraba el cadáver en el suelo del patio, sobre un charco de sangre que se proyectaba como un haz de rayos rojos. No he querido mirar. Ya estaban allí la policía y los del 112. Mi mujer había visto a la desgraciada vecina pocas horas antes limpiando ventanas, por lo que sostiene que la caída ha sido fortuita, que se "le ha ido el cuerpo", y que por otra parte, ha sido una suerte que ya no hubiera niños ni nadie en el patio (en el patio hay una piscina comunal que se cierra precisamente a las tres de la tarde).
Será ya por la noche cuando nos enteremos de todas las negras circunstancias que han concurrido en el suceso. La mujer, nuestra vecina, una mujer todavía joven, era viuda y había comenzado una nueva vida con un hombre tras unos años sumida en la depresión. Ambos hacían vida en común, y los queremos imaginar, por qué no, felices y enamorados. Tenían previsto mudarse a un pueblo cercano, y por ello la mujer se afanaba en estos días en tareas de limpieza, organización y empaquetamiento de los enseres y muebles del piso. Sorpresivamente, en plena labor, recibe una llamada telefónica en la que se le comunica que su compañero ha tenido un mortal accidente de tráfico. De manera confusa se nos explica también que la mujer debió dirigirse al tanatorio a reconocer el cuerpo de su hombre amado. Suponemos su desesperación e impotencia ante la muerte y ante la destrucción de sus ilusiones tras vencer el dolor de un anterior fallecimiento. De alguna forma, se nos dice, la mujer vuelve a su casa, a nuestro edificio y poco después, esperando a que cierren la piscina, decide poner fin a su vida. Se tira por la ventana.
Como ya habrán supuesto, su compañero muerto no es otro que el hombre que a las siete de la mañana chocó contra una vaca. Toda la concatenación de hechos se ha desarrollado y concluido en ocho horas.